Por Lic. Pablo Damián Lazzari. Doctorando en Ciencias Económicas por UNLaM.
Octubre, 2011.
Por lo general al invocar el término “inversiones» exhorta relacionarlo seguidamente con un crecimiento, desarrollo o determinadas cuestiones asociadas a mejoras futuras que transcurrirán con el devenir de los tiempos. Ahora, si a ellas se le agrega un determinante social, más las cualidades de haber sido “responsablemente” pensadas, aquella idea inicial irá alcanzando mayores especificidades dentro ya de determinadas temáticas.
Así, para abordar un campo más práctico en la materia podría citarse el caso de Muhammad Yunus (premio Nobel de la Paz en 2006) cuando a través del comúnmente llamado Banco de los Pobres diera el punta pié inicial de aquello que posteriormente crearía con el nombre de Grameen Bank de Bangladesh, donde por medio de “garantías solidarias”[1] generaba programas de microcréditos dirigidos a personas en situación de extrema pobreza (particularmente mujeres) que sólo contaban con deprimidos trabajos autónomos que impedían obtener cualquier acceso al crédito. Hoy el Banco tiene más de 8 mil prestatarios y el 95% son mujeres. Alternativa similar que también presentó para cuestiones educativas a través de préstamos para estudiantes de bajos recursos[2].